Capítulo IV

Analizar un estado cuántico con un cerebro lineal

Después de muchos saltos, tengo claro que el corazón y la mente son los grandes aliados de nuestro viaje. Cada uno tiene su lugar y su función. Pero cuando intentamos analizar con la mente lo que el corazón ya ha comprendido, entramos en un bucle de confusión. Es como intentar medir el viento con una regla. Nuestras herramientas racionales no siempre son suficientes para abarcar las experiencias más complejas.

Entramos en planos donde el corazón hizo su trabajo, Pero la mente se hizo un lío intentando analizar un estado cuántico con un cerebro lineal. En las subidas todo parece expandirse. Las ideas, las emociones, incluso la percepción del tiempo y el espacio. Es un estado cuántico donde las posibilidades parecen infinitas y el límite se disuelve.

En ese lugar, el corazón se convierte en nuestro guía más fiable. Si lo que surge en ese estado beneficia tanto a ti como a los demás, puedes confiar en ello. Si, en cambio, refuerza solo tu ego, cuidado, podrías estar acercándote al narcisismo. Y esa es una trampa habitual en los ascensos.

Cuando descendemos, sin embargo, la mente racional toma el control. Es el cerebro analítico, frío y lineal el que intenta dar sentido a lo vivido en ese análisis. A menudo descalificamos lo que experimentamos en la subida porque no encaja en las reglas de la lógica. Pero no confundas ese proceso con una verdad absoluta. La experiencia de la subida no fue un error ni una fantasía. Fue una verdad emocional y espiritual que simplemente no puede ser contenida por la linealidad de la mente.

El equilibrio reside en permitir que ambas partes hagan su trabajo sin invalidar se mutuamente. La subida necesita de la estructura de la mente lineal para ser integrada y la bajada necesita de la intuición del corazón para no hundirse en la desesperanza. Este diálogo entre el racional y el emocional es lo que nos permite avanzar con sabiduría, aprendiendo tanto del caos como del orden. Cada vez que te encuentres atrapado en el dolor de la bajada, recuerda que el sufrimiento no tiene lógica ni propósito por sí mismo. Es un estado que nos invita a movernos, no a quedarnos en él.

Responsabilízate de tu proceso, no para castigarte, sino para reconocerte como el único capaz de transformar tu experiencia. Y aquí está el secreto. Cada subida y bajada no son círculos cerrados que se repiten en bucle. Son espirales ascendentes.

Si observas bien, cada salto nos lleva al punto donde lo dejamos. en el anterior. Volvemos a lo que parece el punto de partida, pero con una comprensión más profunda y con herramientas nuevas. Cada ciclo, cada paso, nos acerca al equilibrio entre nuestra mente lineal y nuestro estado cuántico. A esa integración donde ya no hay lucha entre razón y emoción, sino un diálogo que nos transforma, que nos acerca un poco más al equilibrio entre estas eternas oscilaciones, permitiéndonos disfrutar de las subidas y aprender a sobrellevar las bajadas.

Lo que yo llamo el puntito.